Quisiera tanto poder poner las más bellas flores en tu camino,
que cada piedra no sea un tropiezo sino un peldaño
y que tus sonrisas sean la canción perpetua
al compás de tantas oportunidades pero
la verdad es que después de todo,
tanto odio, soledad y dolor.
Indiferencia perpetuada por la estupidez
del orgullo y la enfermedad de la terquedad
alimentada por tu especial egoísmo
y aunque debería de maldecirte
con cada gota de sangre,
irónicamente estos son
mis más oscuros, horribles y
sinceros deseos…
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